viernes, 24 de febrero de 2012

EN EL UMBRAL DEL VATICANO II


Por: Víctor Manuel MUÑOZ RESTREPO, cjm

Una gran creatividad teológica se da en los veinte años anteriores al Vaticano II. A pesar de restricciones y censuras, la investigación y producción avanzan enormemente. La semilla está plantada, la planta cultivada, y recogen muchos frutos para la Iglesia. Después de una dura persecución, algunos teólogos fueron invitados más tarde a trabajar como peritos del Concilio.

Varios movimientos teológicos brotan o se consolidan en este período. En 1942, se inicia la voluminosa colección “Sources Chrétiennes”, dirigida por H. De Lubac y J. Daniélou, que contribuye sobremanera al “retorno a las fuentes”. Se publican importantes escritos de la patrística en francés, con presentación crítica, situando su contexto. El movimiento litúrgico, impulsado oficialmente por la encíclica Mediator Dei de Pío XII, presenta una doble vertiente, teórica y práctica. La liturgia empieza a ser más valorada como fuente de reflexión teológica (“locus theologicus”), y enriquece la teología con nuevos temas (Iglesia comunidad, Iglesia sacramento de salvación). Pío XII estimula también la exégesis bíblica, sobre todo al aceptar oficialmente los géneros literarios de la Escritura, en la encíclica Divino afflante Spiritu (1943).

En los años de la guerra y de la inmediata postguerra, surge en Francia la “nouvelle théologie” (“nueva teología”), con dos centros: la facultad de los jesuitas en Lyon y la casa de estudio de los dominicos en Saulchoir. Entre sus protagonistas se destacan J. Daniélou, H. De Lubac, M. D. Chenu, Y. Congar y L. Bouillard. Propugna “el retorno a las fuentes” y la aplicación de los métodos histórico-críticos. Defiende la evolución del dogma. Retoma y profundiza, de manera equilibrada y dentro del campo aceptable de la fe católica, la problemática suscitada de forma ingenua y extremada por el modernismo. La “nueva teología” busca contacto con la vida, intenta participar en ella y explicarla. Integra teología y espiritualidad, para que ambas iluminen a los cristianos en su acción temporal. Quiere acompañar la evolución del pensamiento. Esto es lo que dice uno de sus representantes:

“Cuando el espíritu evoluciona, una verdad inmutable no se sostiene sino es gracias a una evolución simultánea y correlativa de todas las nociones, manteniendo entre ellas una misma relación” (H. Bouillard).

 El movimiento de la “nueva teología” recibe un fuerte golpe con la condena de Pío XII, por medio de la encíclica Humani generis en 1950. Muchos profesores son destituidos de sus cátedras, se prohiben sus libros y se estimulan movimientos reaccionarios.

 El programa de la “nouvelle théologie

 “La teología de hoy tiene ante sí una triple exigencia:

 - debe tratar a Dios como Dios, no como objeto, sino como el sujeto por excelencia, que se manifiesta cuando y como quiere, y, en consecuencia, estar penetrada en primer lugar por el espíritu religioso; - debe responder a las exigencias del alma moderna y tener en cuenta las nuevas dimensiones que la ciencia y la historia han dado al espacio y al tiempo, que la literatura y la filosofía han dado al alma y a la sociedad;
- en fin, debe ser una actitud concreta ante la existencia, una respuesta que decida el hombre entero, a la luz de una acción en que la vida se compromete totalmente.

 La teología no será viva si no responde a estas aspiraciones” (J. Daniélou, “Les orientations présentes da la pensée religieuse”, en Études,249, (1946) 7).

 La época pre-conciliar también es testigo de otras iniciativas y movimientos renovadores. Se publican algunos manuales de teología con rasgos y perspectivas inéditas, como el M. Schmaus. Teilhard de Chardin impresiona a muchos con su visión cristiana de la evolución, convinando ciencia, teología y mística. Ives Congar intenta una teología del laicado (Jalones para una teología del laicado, 1953). Un grupo de teólogos del que forman parte Marc Oraison, Bernard Häring. J. Leclercq y J. Fuchs, promueve la renovación de la teología moral y espiritual, incorporando contribuciones de las ciencias humanas, especialmente de la psicología. Karl Rahner ya anuncia la nueva generación de teólogos con interés antropológico; Edward Schillebeeckx participa también en esta fase de transición.

Este es el fenómeno del cambio que nos afecta a todos y que provocó en la Iglesia la realización del Concilio Vaticano II, 1962-1965, cuyo 50 aniversario estamos celebrando. Es un hecho innegable que el hombre se halla sometido a un proceso histórico, en el cual toma parte de manera más o menos consciente y que, en algunos aspectos, lo afecta precisamente en la medida en que toma conciencia de él y se sumerge voluntariamente en él, mientras que algunos pueden permanecer al margen del proceso, y seguir viviendo como si nada hubiese sucedido en el mundo que los rodea.

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